"Veintidós tipos detrás de un balón"

Flandes, Bélgica, año 1914. El frío azota a los soldados que se refugian en las trincheras, es Nochebuena. La Primera Guerra Mundial le arrebató a estos jóvenes la posibilidad de cenar y brindar en casa. Tanto ingleses como alemanes, reconocen en el grupo frente a ellos, la misma necesidad de encontrar paz en una noche como esta.

Y entonces, algo extraño sucede, desde el espacio ocupado por los alemanes, se pueden escuchar cánticos. Los ingleses son incapaces de identificar lo que dice la canción, pero, debido a la tonada, es evidente que son villancicos. Los ingleses se resisten a hacer lo mismo, pero tras unos minutos, comienzan a cantar.

¿Y qué ocurre después? Ambos batallones surgen a la superficie. De lejos, demuestran que no pretenden algo más que relajarse y pasar las fiestas de Navidad en plena tranquilidad. Ambos ejércitos parecen estar de acuerdo; envían a sus representantes, han pactado un alto al fuego. Nadie disparará un arma hasta pasada la Navidad. Tanto alemanes como ingleses celebran, bailan, gritan eufóricos.

Entre tales emociones, un soldado tiene la osadía y el interesante gesto de hacer rodar entra las piernas de todos, un balón.

Apresuradamente colocan rocas, y con ello forman una portería. Ambas naciones seleccionan a sus mejores jugadores, incluso se asignan árbitros: comienza el partido.

Partido que se repetirá una y otra vez en los siguientes días. El marcador, favorece un día a los alemanes, otro a los ingleses. Una vez terminado el partido, siempre se extienden las manos y se saludan de forma amistosa. Es fácil darse cuenta de una máxima: en el campo y durante el partido, todos son parte de un mismo equipo.

Una vez transcurridos los días establecidos, la guerra continúa, los partidos entre las selecciones se detienen, las armas se disparan de nuevo. El conflicto terminará hasta noviembre de 1918, casi cuatro años después.

Debo mencionar que narro lo anterior, no sólo para remarcar y enaltecer este hecho histórico, sino también, porque en repetidas ocasiones, personas que estimo me han cuestionado “¿por qué te gusta el futbol, si sólo son 22 tipos detrás de un balón?”

Yo, siempre obsequiaré la misma respuesta: en los campos de tierra, en las canchas de provincias brasileñas y argentinas, en los patios de escuela, en las planicies de Bélgica en 1914 y en las calles de mi país, yo observo algo más que a 22 sujetos persiguiendo una pelota.

En ese momento, en el que el balón comienza a rodar, y toda sensación de odio y de aversión desaparecen, en la cancha, no observo hombres, no percibo los colores ni las formas, desaparecen las nacionalidades y las clases; para mí, en el momento en que la pelota se mueve por el campo, en la cancha, sólo existen la pasión, la unión y el respeto.

Cuando el partido inicia, felizmente me doy cuenta de que sin importar quiénes estén en el campo, siempre hemos sido y seremos todos parte de un mismo equipo.

Autor: Fausto E. Bonilla. | Poeta mexicano, promotor cultural y activista. Autor de la obra "El color del mango".