Fragmento: “Párteme el alma hasta ver estrellas”
Rímel en la playera. Barbilla goteando lágrimas. Taquicardia momentánea y una lista de argumentos para el viento.
¿Por qué decidiste esperar a escribir hasta que se fue? ¿Por qué escribes hasta que tus errores te cobran caro? ¿Cómo permites que tus vicios tengan lugar en dónde sabías que no tenías espacio?
Despierta el pequeño cosmonauta, que fue dormitando mientras en la bitácora de vuelo explicaba por qué su nombre ha cambiado. Insiste en que su vida se volvió más fría desde que salió de la tierra, sin compañía más allá del enorme vacío y los recuerdos que en su alma se entierran. Se siente cosmonauta porque pensó en Laika; cómo fue que la lanzaron entre estrés, terror y sin saber qué estaba pasando. A veces el cosmonauta se siente como Laika, reposaba sus miedos en el cobijo del ego y lo que le fueran a decir al llegar de vuelta a la tierra. El sueño desde niño y el héroe que sería al regresar a casa, el vitoreo de su nombre y cómo todas, todos y otros le felicitarían por llevar la nave a la tierra en una sola pieza, traer un poco de polvo marciano y ser el primer sujeto en pisar ese frío planeta envuelto en el enorme velo de misterio que se le confirió por la curiosidad de tantas culturas y el manto del pasar de los años. Una gran descripción de un logro que nunca llegó.
¿Por qué buscó salir de la tierra? ¿Qué había atrás en la Tierra que lo hizo huir?
“Bitácora de vuelo #14… - empezó a grabar - Noviembre del año Golfo Tango Tango, comandante cosmonauta reportando al archivo delta india eco golfo oscar 21-2202. Ha pasado mucho tiempo desde que navegué cerca de la última estación espacial. Justo como lo previó el equipo antes de perder su señal, al pasar el cuadrante Eirene sentiría virajes en la nave. Creo que pueden ser las ondas gravitacionales de Júpiter, aún sin verlo puedo sentir que estoy cerca. De igual manera, no tengo cómo mover esta cosa, estoy estancado. Suena tonto que siga hablándo con esta máquina pero es de lo poco que me mantiene cuerdo en esta carcel de metal y petrolíquido. Quizás tenga que esperar a que uno de los tantos asteroides que atrae este gigante impacte con lo que queda del Zafiro 25. He trabajado mucho en no tenerle miedo a la muerte, casi tanto como lo que he trabajado en esta nave. Quizás estoy hablando muy pronto, sigo a ciegas sin los radares ni la señal fluctuante de la Tierra. No tengo más que seguir en esto hasta que haya un panorama más claro de qué va a pasar conmigo.
Me voy a poner sentimental con ustedes, no sé si alguna vez esto será escuchado… -el cosmonauta se toca la cara, suelta una pequeña risa y continúa- pero extraño los problemas comunes; que se terminaran las hojas de afeitar, buscar qué comer por que la desidia me impedía elegir algo que me gustara, ir con mi terapeuta, manejar a casa de los chicos y toparme con el tráfico de siempre, estar empecinado en cumplir con los demás, ese corte en la mejilla después de una mala noche. Alguna vez Elton John escribió que Marte no es el lugar ideal para criar a tus hijos, y yo diría que tampoco para criar un sueño. Estar ahí no hizo más que querer quedarme, iniciar con el material que tuviera disponible y empezar de cero pero, tengo que ser realista, las corrientes empeoraban constantemente, los días son fríos y las noches lo son aún más sin pienso en quienes ya no están. Si no tomaba la oportunidad de volver al Zafiro, seguramente hubiera sido dañado por la siguiente tormenta de arena, ya había sido mucho con la que nos recibió. No tiene caso. Nada ahí tiene caso.”
Autor: Luis Diego Cantú Pérez | Estudiante y poeta amateur.