“AL MUNDO EL INFIERNO”

“AL MUNDO EL INFIERNO”

“No conocía otra razón, que una razón por cada día, y una batalla por las noches, cantó Gustavo Cerati, en el 97, (Coral, Soda Stereo).

Tres estrofas fueron suficientes para narrar la experiencia de vivir, que es difícil: Vamos a morir. La gente que amamos va a enfermar y a morir. Puede que mañana roben tu carro, o que invadan tu país, si eres de Taiwán. Si eres mamá de un adolescente ucraniano, tuviste que separarte de tu hijo y esposo porque los reclutaron: van a la guerra. Si naciste en Corea del Norte, vives secuestrado en las pesadillas de George Orwell.

La vida es difícil, y quien diga lo contrario no ha vivido ni escuchado lo suficiente. El terror existe, los villanos son reales: trabajan con nosotros, nos dan clases, viajan en el mismo camión que tú, y han liderado países, trayendo al mundo el infierno. Existió Auschwitz, el GULAG, y hoy el régimen Talibán en Afganistán. Hoy desaparecieron 15 mujeres, mañana y pasado mañana otras tantas desaparecerán. No despertaremos con noticias de alto al fuego. Porque “Todos los fuegos el fuego”, dijo Cortázar.

Siempre podemos encontrar un culpable: el de arriba, o el de al lado: hay personas que actúan mal, que hacen el mal: Que te roban, que te acosan, que te mienten, que te violan, y que pueden y van a matarte.

Y lo que sigue es repetirlo. Sumarte al fuego: ser igual. ¿me robaron? Voy a robar. ¿Me maltrataron? Voy a maltratar. Voy a ser el fuego.

Viktor Frankl, neurólogo austriaco, sobrevivió a los campos de concentración nazis, donde asesinaron a su esposa, papás, y amigos. Fue esclavizado y torturado durante tres años. Uno de los científicos más respetados fue convertido en “menos que un animal”, y, aun así, en su libro “El hombre en busca de sentido” (uno de los mejores que se han escrito) narra lo siguiente:

“Las experiencias de la vida en un campo de concentración demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección (…) Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barrancones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar de todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”.

Si un testigo del infierno me dice que siempre se puede elegir cómo actuar, ante cualquier situación, lo creo, e invalido completamente a quienes justifican su maldad en la ajena. Se puede ser distinto: se puede hacer el amor, el bien.

A Viktor le quitaron todo. Todo, y aun pudo ayudar a los enfermos del campo, y escuchar a quienes necesitaban desahogarse. No se rindió.

No se trata de asumirse como el héroe del cuento, eso es igual de peligroso; se trata de ver a los ojos la maldad, aceptarla, y saber que si nos descuidamos, pronto seremos nosotros los perpetuadores del mal. Es responsabilizarte del criminal resentido y listo para explotar que llevamos dentro. Suficientes razones nos dan el exterior para hacerlo, mismas razones lo son para buscar lo correcto: el amor. Para despertar con una razón, un significado claro y bien definido como norte: cuidar a los pacientes del hospital, criar buenos hijos, enseñarles bien a tus alumnos, defender el patrimonio de tus clientes, tú eliges.

De eso se trata: de tener un día difícil, desesperante, y en la noche tener una batalla contra la tentación de rendirte y ser el mal. Dormir, poco y sin descanso.

Cinco de la mañana. Suena la alarma, y en la penumbra, con el tormento en los hombros, buscar la razón de ese día.

Primero de septiembre de 2022.

Autor: Miguel Ángel Rueda. | Autor de la obra Abismos.